Dicen que la vida es una escuela y es muy cierto pero nuestra graduación está en la pareja. Todo lo que aprendimos desde nuestra infancia, bueno y malo, saldrá a flote al vernos sorprendidos en una relación donde la sexualidad, por supuesto, no está exenta de la influencia de la forma en la nos hemos venido desenvolviendo, primero en el núcleo familiar y posteriormente en sociedad.
Los comienzos siempre están llenos de posibilidades y misterio. Nos vamos conociendo poco a poco y establecemos los valores lógicos que deberán prevalecer en la pareja, al menos en palabra, tales como la comunicación, la confianza, la empatía y el respeto.
El amor nace en nuestra imaginación aspirando a satisfacer nuestros deseos más profundos y es proyectado en la otra persona. Entonces vamos creando familiaridad por medio de ir descubriendo los hábitos y costumbres del otro. Así creamos la intimidad emocional y también la certidumbre. Esta última, sin embargo, es la madre de la monotonía. El hecho de que una pareja esté muy cercana emocionalmente no es sinónimo de buen sexo. Lo mismo sucede con la preservación de los valores mencionados anteriormente. Una alta intimidad emocional trae consigo bajo deseo. Por eso es que después de un tiempo inicial en el que desbordábamos pasión llegamos a un punto en el que nos vemos disminuidos en nuestro apetito sexual.
La certeza de lo que el otro es nos hace enfrascarnos en un círculo vicioso en el que no podemos romper nuestros límites ni se le permite al otro renovarse. Se requiere de un poco de egoísmo para trascender esto pero nos preocupamos mucho por agradar al otro y creemos que el fusionarnos llegaremos a ser mas amados y necesarios. Nada más lejano puesto que además de atentar contra el amor nos distanciamos de una buena sexualidad. Hay que SER y dejar que el otro SEA y llegar a una equidad entre lo que damos y recibimos.
Si renunciamos a nuestros intereses y adoptamos los del otro estamos también alentando la abstinencia ya que no podemos sentirnos atraídos por una persona que ha perdido su autonomía.
Cuando la pareja se fusiona ya no hay ese “otro” con el cual conectarse y esto es sumamente destructivo tanto para el amor como el deseo. A este tipo de pareja se le conoce como el huevo de dos yemas puesto que la cáscara que los mantiene unidos es muy frágil y se romperá al más leve golpe.
El trabajo verdadero consistirá en mantener su individualidad y a su vez permitir la del otro sin que esto signifique no mantener ciertos límites saludables dentro de la relación.
La intimidad y el control son fácilmente confundidos. Si los límites personales no se respetan el amor y el erotismo se desvanecen Se tiene que recrear una sana distancia mediante una inteligencia erótica y esto se logra si estamos conscientes de la otredad que no es otra cosa sino la idea donde el otro no está fusionado con uno mismo. Para esto se requiere de gran tolerancia y respeto puesto que estaremos un poco más alejados de la comodidad de nuestra pareja para sentirnos más solos.
Otra de las problemáticas consiste en algo aparentemente simple como lo sería la comunicación sexual. Como todos sabemos, la mujer es esencialmente parlanchina pero encuentra muy difícil comunicarse corporalmente hablando. Esto se debe a la represión sexual que ha sufrido a lo largo de la historia. El hombre, a diferencia de ella, encontrará difícil expresarse con palabras pero estará más libre de comunicarse corporalmente.
Ella debe dejar de negar a su cuerpo su capacidad expresiva y el hombre tendrá que explorar más el lenguaje verbal.
Ahora bien, es cierto que los valores de igualdad de género han tenido el acierto de mejorar la calidad de vida y oportunidades para muchas mujeres pero también han tenido un efecto negativo en la sexualidad debido a que la lucha feminista se ha llevado a la cama.
Físicamente hablando el hombre da y la mujer recibe y existe cierto grado de sometimiento del uno al otro. Así sucede con la mayoría de los animales y en este caso el hombre no es la excepción.
Para muchas mujeres con posiciones de poder en el ámbito laboral resulta difícil mostrar cierto sometimiento en la intimidad y les avergüenza aceptar que en secreto prefieren someterse. Esa lucha interior las aleja del placer, situación que puede ser combatida mediante la imaginación erótica para traspasar los límites de la razón, convencionalismos, barreras sociales y encontrar un espacio para experimentar libremente sus tabúes personales pues en la mente erótica se pueden tomar los componentes más controvertidos del amor (entrega, celos, agresión y hostilidad) como fuentes poderosas de excitación. Incluso el cambio de roles de dominador a dominado y viceversa pueden alejar la monotonía.
Como dije al principio, la infancia es determinante en nuestra forma de practicar la sexualidad. Ahí aprendemos a negociar, equilibrar, mediar y comprender en relación con nuestros padres y hermanos. Si nos hirieron o humillaron en edad temprana es muy probable que prefiramos mantener el control en la intimidad. De igual forma, si siempre estuvimos en una posición de superioridad no tendremos ningún problema con someternos a otro y quizás hasta resulte excitante.
Como te puedes dar cuenta hay muchas cosas que comprender en cuanto a nuestra sexualidad se refiere. Sin embargo, dado que todavía constituye un gran tabú, pocas personas deciden ir a terapia o informarse. La sexualidad y el amor no son lo mismo. Hay quienes se aman con el alma pero no experimentan relaciones satisfactorias o incluso carecen de cualquier contacto íntimo. Es recomendable el buscar ayuda de un profesional sin temor puesto que hay mucho que ganar y poco que perder.
Arturo Sánchez Luna
Psicólogo y Constelador familiar
Tels. 2 21 08 08 y cel 22 24 69 28 99
Correo Electrónico: centrosistemico@hotmail.com
Facebook; Cesiste Puebla
No hay comentarios:
Publicar un comentario