viernes, 6 de marzo de 2015

La buena hija vs la mala hija

Érase una vez una hija muy buena. La más buena de todas las hijas. Obedecía a sus padres en todo sobre todo a su Mamá quien clamaba saber lo que a la hija convenía más; sobre todo por que su experiencia en la vida la hacía tener una mejor comprensión de lo que era bueno y lo que era malo.

La hija amaba a su madre tanto que no se atrevía a cuestionar su autoridad ni sus consejos. Procuraba hacer las cosas bien para ser la mejor de las hijas, cosa que como veremos más adelante conseguía a medias pues a las mamás no se les puede tener 100 por ciento contentas.

Esta mamá también, cuando era muy joven, había sido una buena hija o al menos en eso se había empeñado en la medida de lo posible. Sin embargo, lo que no sabía es que había sido precisamente ese estado de ser buena hija el que la había distanciado de su madre a tal grado de llevar rencor hacia ella secretamente en el corazón.

Cuando ésta tuvo a su propia hija volcó su amor hacia ella pero también sus carencias afectivas relacionadas a su propia Mamá pues cuando una madre no recibió amor sano por parte de su propia mamá suele reclamarlo de sus hijos. No solamente eso sino también atenciones, tiempo y cuidados.

Los hijos por amor son capaces de hacer cualquier cosa; incluso jugar el rol peligroso de ser padres de sus padres o al menos el tratar de cubrir las necesidades afectivas de éstos aún a costa de su propia felicidad y realización  personal. Todo por amor; torcido y malsano pero al fin y al cabo amor.

Y entonces la buena hija, nuestro personaje principal, era efectivamente una buena hija.Incluso al pasar el tiempo y llegar a esa edad en la que los hijos necesitan de mayor independencia, libertad y el poder de tomar sus propias decisiones y de cometer sus propios errores esta hija seguía siendo una buena hija y cuando quería hacer algo por ser independiente y más "individuo" sus intenciones eran reprimidas y sofocadas por parte de su madre. Primero mediante regaños e insultos y, si estos no fuencionaban, mediante chantajes sentimentales tales como: ¡Te he fallado como madre, soy la peor madre del mundo, solo te hago infeliz!

La buena hija entonces se sentía mala hija pues sobre todo amaba a su madre y no le gustaba verla sufrir. Entonces se recriminaba a si misma duramente y a la vez se frustraba, se confundía y terminaba cediendo y prometía seguir siendo buena hija y no herir ni fallarle a su madre quien se complacía mucho con esto y la llenaba de besos y mimos.

¡Ah, cómo disfrutaba de ésto la buena hija! Qué lindo era recibir los mimos y cariñoa de su mamá, justo como cuando era niña y tras haber sido reprendida por algo que había hecho mal su mamá la consolaba y la mimaba. Si. Era el mismo sentimiento pero ahora ya era adulta.

Y es que la mamá  suele producir en los hijos una gran felicidad y si los hijos son dichosos en su relación con Mamá pueden extender esa felicidad a su relación de pareja y hacia la vida misma en los múltiples aspectos. Cuando una persona clama no ser feliz es casi seguro que no fué feliz primeramente con su madre.

Sin embargo, existen 2 tipos de felicidad con Mamá. La primera es la del buen hijo que se limita a si mismo y no crece ni madura en pro de estar felíz con mamá. Tal felicidad es falsa pues el hijo no se realiza ni es totalmente un individuo. No es él ni ella misma sino lo que la mamá quiere que el sea.

Y la segunda felicidad es aquella en la cual el hijo a pesar de todos los reclamos de mamá y de sus cuidados, mimos y ganas de vivir la vida del hijo o la hija, éste o ésta terminan realizándose a si mismos y viven su vida.

Pero ésta felicidad también es falsa sino se acepta a mamá tal y como ella es. Es decir; los hijos ven a los padres como dioses o ángeles que están para cumplir sus deseos, darles mucho amor y ser infalibles así como que nunca deberán ser heridos por éstos. El verlos humanos y llenos de errores (propio de cualquier ser humano) es causa de decepción pues esa imagen imperfecta está en conflicto con la fantasía que ellos se construyeron de sus progenitores.

Y para que ésta felicidad sea verdadera los hijos deben descubrir que en realidad no hay nada que perdonar; que la mamá fue como fue debido a su propia experiencia de vida y que por el solo hecho de haberlos traído al mundo ya la hace grande verdaderamente y no como esa imagen exagerada e infalible que ellos se fabricaron.

Entonces esta buena hija debe ser una "mala hija" si quiere realizarse a si misma. Debe traicionar a su madre y pagar el precio del remordimiento y, paradójicamente, debe aceptar a su madre tal y como ésta es y amarla sin reclamos ni llevar rencor en su corazón. Pues la formula dice: entre más reclamos tengamos hacia nuestra mamá mas infelices nos sentiremos en nuestra vida.

Hay que ver a la mamá claramente y sentirse contentos de haber recibido la vida de esa ser tan maravilloso que de alguna forma debe haber hecho las cosas bien puesto que estamos en este momento de nuestras vidas aquí y ahora siendo quienes somos y leyendo este artículo. Las cosas en algún momento pudieron haber salido mal y podríamos haber muerto o cualquier otra cosa pero no fue así y aquí estamos gracias a sus cuidados y amor.

De cierta forma la mala hija debe hacer saber a su madre cuanto la ama, entiende y aprecia todo lo que ésta ha hecho por ella y, a su vez, debe decir que hará las cosas a su modo y en honor de esta vida que le ha sido regalada.

Debe dejar de jugar el rol de ser mamá de su mamá y de tratar de cubrir las carencias afectivas de ésta.

La madre poco a poco entenderá o quizás se irá resignando. Quizás siga protestando y luchará por que todo vuelva a ser como antes era, cuando su hija era una chiquilla obediente.

Es un hecho indudable que la mayor parte de las mamás desean lo mejor para los hijos, tanto que aveces quisieran vivir las cosas por ellos y que no tuvieran que sufrir las situaciones que ellas mismas han vivido.

Sus valores y miedos son entonces heredados a sus hijos. Así, los fantasmas que atormentan a una mamá son los mismos que atormentan a un hijo o hija.

El mundo no es de ninguna manera como nosotros lo vemos. Se trata de una serie de ideas y conceptos que hemos heredado de nuestros ancestros a los que damos una valides incuestionable.

¿Cómo entonces saber lo que es bueno o no para los hijos?

Además está el hecho de que los hijos son los pequeños. Sin importar la edad siempre lo serán y que a los padres les toca dar amor, afecto, cuidados y atenciones así como ellos lo recibieron de sus propios padres independientemente de si fue satisfactoriamente o no.

Es por lo tanto antinatural exigir ese amor y atenciones de los hijos. Ellos de por si ya aman a sus padres tanto que podrían sacrificarse por ellos. Sin embargo el precio será el de llevar un gran rencor hacia estos.

Una mamá debe tener este amor y atenciones de su pareja o en todo caso de sus propios padres. Para una hija es un peso enorme el cargar con algo que no le corresponde llevar consigo misma.

Una hija debe crecer y experimentar por si misma. Tiene que equivocarse y aprender de sus propios errores. A muchas mamás les gustaría que sus hijos fueran niños eternamente. Esto es algo muy injusto pues cuando los padres mueran estos hijos se encontrarán desvalidos en el mundo y sin la fuerza que solamente las experiencias de la vida nos otorgan para luchar por lo que queremos y cumplir nuestros objetivos.


Arturo Sánchez Luna
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